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   16 de Agosto de 2020

El Evangelio que anunciamos las Mujeres: Mateo 15, 21-28

El evangelio de este domingo relata uno de los encuentros de Jesús con una mujer. Se muestra el drama de una madre que grita el pesar de su hija, y que está dispuesta a todo por conseguir respuesta. La posición en la que se encuentra esta cananea no augura buen final. Sin embargo, le es reconocida gran fe por parte de Jesús. En el evangelio de Mateo Jesús refiere dicha proposición (“Grande es tu fe”) tan solo dos veces: Al Centurión Romano y a la Mujer Cananea. En ambos casos se trata de gentiles, expresión utilizada para personas no judías, paganas o extranjeras.

¿Por qué la fe de esta mujer parece ser tan tremenda? Porque persiste e insiste en confiar y luchar cuando todo aparenta ir contra ella: Por una parte, el sexo se volvía en su contra. Ser mujer en medio de un contexto machista donde los maestros daban poco crédito e importancia a las mujeres. Parecía también que los discípulos no la apoyaban realmente, pues manifiestan a Jesús la molestia de sus gritos. Su procedencia suma a la adversidad, al ser gentil y de tradición o religión cananea, considerada pagana. Incluso las mismas palabras iniciales y tajantes de Jesús podían hacer entender contrariedad.

Aun con todo, ella muestra convicción profunda. No dejaría que Jesús se fuera sin recibir de él respuesta satisfactoria. Y es tal su determinación y valentía, que logra establecer un diálogo convincente que hace entrar en razón y cambiar de opinión al mismo Jesús. La famosa pedagogía del diálogo.

Estas semanas hemos sido testigos de tantos gritos que nos persiguen, preocupan y abruman. También parece ser que todo está en contra: El grito de la violencia contra el pueblo mapuche, el de mujeres en busca de justicia bajo un sistema patriarcal aplastante, el de los empobrecidos y empobrecidas que mueren antes de tiempo, el de tantas personas privadas de libertad hoy en cuarentena sin visitas, el de la cesantía y el hambre que va dejando un gobierno desigual cuya prioridad tan solo pareciera ser la del llamado desarrollo económico.

Ser cristiano, cristiana, debiera reflejar la apuesta de esta mujer cananea: la de la gran fe, contra toda opresión y deshumanización. En medio de todos esos gritos se fraguan espacios de lucha y esperanza, intentos de diálogo a toda costa para hacer cambiar de parecer a los “maestros” de cada época. ¡No dejemos de resistir y persistir hasta conseguir lo justo!

Sigamos gritando hasta que todas las mujeres gocemos de igualdad de derechos en todos los espacios (eclesiales, políticos y sociales), hasta que nos dejen de matar y violentar, hasta que los mapuche reciban el reconocimiento y la reparación que merecen, hasta que los cachorros no tengan que comer las migas que caen de la mesa, ni ver por redes sociales las preparaciones “gourmet” que el tiempo de cuarentena ha posibilitado a algun-s; hasta que toda hambre haya sido cubierta.

Ayer 15 de agosto conmemoramos el nacimiento de Oscar Romero y la Asunción de María. Dos personas cuya gran fe nos invita a recordar que la historia es transformable, y a comprender que nuestro grito vale la pena, desde que nacemos hasta que nos volvemos a encontrar con Dios: quien, por puro amor, cambia de opinión, para sanar la hija de una mujer extranjera.

Francisca López Arias. Teóloga, Jefa Nacional de Pastoral y Capellanía del Hogar de Cristo, Santiago

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